La tradición de la Noche de Muertos en Michoacán y la zona lacustre de Pátzcuaro es considerada el modelo ritual más auténtico y mejor conservado de México. Por ello, el rito fue declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008, basándose significativamente en el vigor de la tradición Purépecha. Visitar esta región no es solo ser testigo de una fiesta, sino de la fuente viva de la celebración reconocida por el mundo.
Nuestra tradición de conmemorar a los muertos, es una de las más entrañables y difundidas en nuestro país. Tiene un carácter eminentemente religioso que no sólo tiene fundamentos cristianos tomados de la costumbre de “honrar a los fieles difuntos”, sino que conserva muchas de las características del ritual funerario practicado por nuestros antepasados prehispánicos.
Los rituales de “velación”, la colocación de altares y ofrendas en casas y panteones para rendir culto a los difuntos, son el resultado de un complejo tejido que reúne varias tradiciones culturales: por un lado, las nativas de origen precolombino y, por otro, las españolas cristianas que nos llegaron con la conquista, además de las propias de otros grupos provenientes del África, Asia y Europa que emigraron a México durante la Colonia y, posteriormente, en los siglos XIX y XX.
En Michoacán, la conmemoración del Día de Muertos es una tradición solemne que conserva esa genuina manifestación de profundo respeto y veneración a los seres que materialmente ya no existen y a los que, a través de la ofrenda, se rinde tributo.
Contrario a lo que muchas personas piensan, los purépechas no celebran a la muerte, sino la vida continuada o “la otra vida”. Con ello la oportunidad de una vez al año coincidir, encontrarse y convivir los de este mundo con los del otro que ya han partido. Por ello, las familias se reúnen a comer con sus seres queridos que vienen del “más allá” y ofrecen lo mejor que tienen: comida, flores y adornos.
Lo anterior viene de la creencia purépecha de que cuando alguien muere, su cuerpo se sepulta, pero su alma sigue viviendo y va a reunirse con sus seres queridos que fallecieron antes y con los dioses. Desde esa otra vida puede “regresar” a ésta, para convivir otra vez con su pueblo y con los suyos.
El ritual de velación que llevan a cabo muchas de nuestras comunidades indígenas de la región del Lago de Pátzcuaro ha tenido profunda raigambre, y se ha realizado desde épocas ancestrales. Los actuales pobladores siguen manteniendo con modalidades y ritos muy similares en lo fundamental, pero con variantes de acuerdo a sus propias creencias y costumbres.
La Fiesta como Espejo de la Migración: La Noche de Ánimas no está aislada de la realidad social. En muchas comunidades Purépechas, la ofrenda refleja el fenómeno de la migración: es común encontrar en los altares no solo tamales y atole, sino también dólares, latas de cerveza americanas o artículos electrónicos. Estos elementos son un tributo a los seres queridos que fallecieron lejos de casa o que murieron en su intento de cruzar, y simbolizan que la familia honra tanto su memoria como la dura realidad de su vida como migrantes, reafirmando que el vínculo persiste a pesar de la distancia y el tiempo.






